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Selección de fútbol de afganistán

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Equipo Afganistán ; Faisal Hamidi. Portero. 26 ; -. Keyvan Mottaghian. Portero. 21 ; Golalai Rahimi. Portero. 27 ; 4. Haroon Amiri. Defensa central. La Liga Premier de Afganistán (por motivos de patrocinio llamada Roshan Afghan Premier League) es la única liga profesional de Afganistán. La Selección femenina de fútbol de Afganistán fue el equipo nacional femenino de Afganistán y estuvo controlado por la Federación de Fútbol de Afganistán. Jugaron la mayoría de sus juegos en casa en el Estadio Olímpico Nacional Ghazi en Kabul, la.

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Afganistán » Estadísticas ante...

Luego tuvo que encontrar un lugar para el partido, organizar los vuelos y Selección de fútbol de afganistán visados para los jugadores y conseguir pruebas de coronavirus ve todos. Archivado desde el original el 20 de octubre de Primera Ronda; 8 de octubre de En las desesperadas llamadas y mensajes de voz que le hacen. Den Bosch.

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Desde allí contempló con horror la segunda subida al poder de los talibanes en , cuando miles de personas intentaban alcanzar las fronteras y los aviones para escapar de una muerte segura. Popal lideró un equipo internacional de abogados, mediadores y ex jugadores que gestionaron las peticiones de asilo en distintos países. Gracias a este esfuerzo colectivo, a través de la gran familia deportiva mundial, se consiguió salvar la vida de cerca de personas.

Hoy, la ex futbolista es la fundadora y directora de la organización Girl Power, una asociación que emplea el deporte para apoyar a refugiados y migrantes, con actividades en toda Europa y Oriente Medio. Soy la antigua capitana y una de las fundadoras de la primera selección nacional femenina en la historia de mi país, aunque también jugué como profesional en Dinamarca. Es el país en el que crecí. Es una zona de guerra. Allí siempre ha habido guerra.

El drama de las seleccionadas de Afganistán para escapar de los talibanes

No recuerdo otra cosa. Cuando eres una chica adolescente en un país dominado por hombres, te imponen muchas restricciones. Allí no se te permite hacer ciertas cosas o ciertas actividades por cuestiones de género, solo por ser una chica o una mujer.

Se hace difícil vivir sin cuestionar las cosas. Me crie en una buena familia, que siempre me dio un gran apoyo, pero salir de mi zona de confort, que era mi familia, y sufrir la discriminación, la opresión, la violencia fuera de esa zona de confort fue muy incómodo para mí cuando era una niña. Y me hacía muchas preguntas. Siempre jugaba en la calle.

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Me encantaba salir a la calle, correr tras el balón, con los chicos, con mis hermanos. No tengo hermanas, así que siempre hacía lo que hacían ellos. No me gustaba jugar a las muñecas. Aquella era mi zona de confort, mi felicidad, mi alegría. Me decían que mi sitio era la cocina, que era mejor que aprendiera a cocinar, a limpiar, y que tenía que prepararme para ser la sirvienta de mi futuro marido. En la época de mi adolescencia, pude elegir entre rendirme y hacer lo que la comunidad me exigía o decir que no y seguir haciendo lo que me gustaba.

Y fue duro. Fue duro luchar contra la comunidad, contra esa mentalidad que dice que mi sitio es la cocina. Para mí, cocinar tiene que ser una elección, no un negocio ni una responsabilidad. No es mi responsabilidad. Solo por ser una mujer o una niña, mi sitio no debe ser la cocina. Eso se tiene que elegir, y no puede ser una cuestión de género. Yo solo entro en una cocina cuando tengo hambre. No me gusta cocinar. Me gusta mucho comer, y solo entro en la cocina cuando hay comida.

Así es como soy, y así es como era de niña en mi país. Ya no podía seguir jugando con los chicos, con mis amigos, por culpa de la violencia y del acoso al que me vi sometida. A ellos también les acosaron y les maltrataron. Así que me dije: «Tengo que buscar la manera de seguir disfrutando de este deporte. No voy a rendirme. No voy a hacer lo que ellos me digan». Pero a la vez entendí que era un problema social.

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Llega un momento en el que hay que asumir la responsabilidad y cambiar las cosas. El cambio es posible. La cultura depende de la gente. Necesitaba un equipo. Creé una plataforma a la cual podían unirse otras mujeres y niñas, porque una persona sola no puede cambiar nada en su comunidad o en la sociedad, a menos que otras se sumen para hacer frente al sistema. Y eso es lo que hice.

Tuve la suerte y el privilegio de ser la capitana y de defender a mi equipo como defensa. Esa era mi posición. Gracias por la atención. Y mi abuelo era feminista.

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