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José maría de la pena

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Hay señores de ciertos delitos señores que por su misma trascendencia no pueden ser castigados con otra pena que les sea proporcional que con la de muerte. Del mismo moda hay ciertos delincuentes cuyos delitos aunque tomados separadamente tal vez no sean muy graves pero reunidos demuestran una gran corrupción y maldad.

Los diferentes casos fijan la elección de estas y así cuando a la enormidad del delito se agregan pruebas de perversidad que puedan juzgarse incorregibles, la sociedad debe a la seguridad de sus miembros, al escarmiento y a la moral un gran ejemplo, un remedio radical interponiendo entre sí y el criminal la barrera de la muerte. Sin duda el hombre no es naturalmente enemigo de lo bueno; es evidente que no nace con la inclinación a lo malo, como lo han pretendido algunos, pero la educación, el tiempo, las circunstancias, las pasiones, las convenciones sociales, etc.

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Todo conspira a alterar en el las impresiones primitivas. Cuando por desgracia todas estas causas destructoras del germen de lo bueno obran combinadas la perversión es completa e incurable; el hombre verdadero desaparece, sólo se presentan las formas del hombre físico, destituido de toda su dignidad moral, el hombre degenerado de su especie, en quien los sentimientos perversos feroces han sustituido a la dulce moral de la naturaleza. En estos casos y en otros semejantes nada hay de teórico: todo ha sucedido y algunas veces entre nosotros.

Sin embargo, sus erradas y deplorables consecuencias no deben motivar la condenación del principio de que se creyeron deducidas y que ciertamente es fundamental en la organización de las sociedades.

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Platón quiere un libro de las leyes que en la confección de los códigos penales se proceda con la mayor circunspección, moderación y lenidad; pero no obstante ha tenido que declarar como digno de muerte a los que califica de incurables. Montesquieu opina que los crímenes que constituyen la cuarta especie, de las en que divide todos, esto es los que atacan a la seguridad de los ciudadanos deben castigarse con la privación de la vida. Esta pena, dice, se funda en la naturaleza de las cosas, en la razón, y arranca del origen del bien y del mal.

Merece morir el ciudadano que viola la seguridad hasta el extremo de quitar a otro la vida, o de esforzarse en quitarla. Tal pena es como el remedio de la sociedad enferma. Filangieri establece los principios que fundan la necesidad de penar y deriva de aquí la de imponer la pena de muerte.

Constante comentando la obra inmortal de Filangieri asegura que. Beccaria no es inferior a Filangieri ni en la exactitud de las ideas ni en la sanidad de sus sentimientos. Mas repentinamente parece que las fuerzas del convencimiento le hace volver sobre sus principios y nos dice:. Observad señores que Beccaria y Bentham, estos principales y acérrimos enemigos de la pena de muerte, han levantado en sus mismas aserciones una objeción formidable que echa por tierra sus principios; porque han olvidado que siempre que se sienta un principio general es forzoso acogerse a sus consecuencias naturales.

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Después de todo esto me parece innegable la necesidad de la pena capital, yo debería pasar a aumentar el convencimiento con el examen de los inconvenientes que se le objetan. Lo haré. Pero antes permítaseme manifestar que no se debe admitir graduación de la pena capital a causa de que tanto se aplica al asesino de un extraño como al asesino de un hermano, de un hijo o de un padre; es éste el primer inconveniente que algunos objetan.

Mas yo creo que el verdadero que produce tal pena no consiste ni en el acto material de las ejecuciones ni en el aparato imponente con el que la sociedad las decora. Consiste en la certeza, en el convencimiento que forma de que tal pena existe y de que se aplica. La ineficacia e la pena de muerte para evitar los crímenes a que se aplica comprobada por una experiencia diaria es uno de los grandes argumentos que se le dirigen. Pero en esto se sienta un hecho de cuya veracidad no se presenta dato alguno, y se deducen consecuencias que nada tienen de naturales.

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